martes, 19 de julio de 2011

Ir para adelante

Ir para adelante. En una habitación, este hombre le da forma a lo que él cree que puede ser algo destacable (o simplemente rescatable de entre todo lo que alguien que entre por la fuerza, por sorpresa, en esa habitación, pueda encontrarse-llevarse). Va para delante, siempre hacia delante, sin ponerse a pensar demasiado en lo que debería venir posteriormente, concatenado en base a la lógica y el buen gusto del público (o de un editor, que no es lo mismo, pero que es quien verdaderamente cuenta a la hora de los bifes). Porque, ¿quién se detiene?, ¿quién se detiene en esta vida? Si nadie se detiene ya a nada, ¿por qué habría de detenerse este hombre que le da forma a algo (y acá sin adjetivo alguno que valorice lo que está haciendo, aquello a lo que le está dando forma o simplemente amontonándole cosas encima o una tras la otra para que las páginas se llenen rutilantemente). Entonces una aventura.
Pero antes, una buena canción de Peligrosos Gorriones (acá, y no tan extrañamente, resultó muy fácil poner el adjetivo que valorice la cosa, es decir, la canción):Un poco con sueño, un poco con sida/ quiebra que se quiebra, se enfría mi vida/ sorda la serpiente, engorda y se pierde/ azul el azufre, me descomponía./ Descontento con ser hombre o mujer,/ o un muerto, experimento, entierro y me muero./ Y me extingo, no hay más de mí,/ me extingo, no hay más de mí,/ me extingo, no hay más de mí,/ me extingo, no hay más de mí...la voladura, de mi cabeza, que me atraviesa...
Bueno, parece que la canción era importante porque algo tendría que ver con el estado de ánimo del hombre que le da forma a esa cosa. Este hombre no cree conveniente hablar sobre el tema de los derechos de autor; no cree que los Gorriones vayan a tirar la bronca. Ahora sí, aclarado su estado anímico, la aventura que viene prometiendo. (La aventura, o la posibilidad de vivir inmerso en ella, lo tenía fascinado desde sus más tiernos años. Había consumido todo tipo de aventura envasada sin discriminar nada de lo que se le ponía en frente: literatura, historietas, películas, juegos de computadora. No había protagonizado nunca una realmente; jamás las había vivido en carne propia, salvo cuando el talento de los narradores que consumía habían conseguido meterlo de lleno en la historia que le contaban. Se había dado cuenta que dicho talento tampoco debía ser tanto dado que sus ansias de aventuras y, por consiguiente, el desarrollo desmedido de su imaginación -¿podemos decir realmente “desmedido”?- ponían de su parte lo que algún narrador poco avezado no había conseguido plasmar.)
La mancha
Durante mucho tiempo he sido “La mancha”. Claramente podría decir que soy un superhéroe, aunque sin acciones heroicas para mostrar o relatar. Carezco por completo de capacidad ofensiva y sólo puedo intervenir como ayuda para otros o necesitando obligadamente la intervención de otros en mis acciones. Recuerdo que ayudé a una organización ecologista a mejorar las medidas de seguridad de una fábrica contaminante en potencia cuando aún no había comenzado a contaminar. Era sólo cuestión de tiempo. Me pegué a las paredes de la fábrica y simulé ser una mancha provocada por algún tipo de filtración. Por las noches aparecía en las paredes externas de las casas para que se alertaran sobre el alcance de la contaminación que se estaba produciendo. Claro que los ecologistas jamás supieron de mi participación, pero fui de gran ayuda porque acudieron de inmediato a protestar por lo que estaba sucediendo. Ellos terminaron, con su eficiencia, la operación. También he atrapado criminales que se daban en fuga arrojándome sobre los parabrisas y volviéndome mancha para obstaculizarles la visión. Haciendo eso me he quebrado unos cuantos huesos, pero en esos momentos yo creía que valía la pena el sacrificio. No puedo negar que al principio, al descubrir mi extraña capacidad, me convertía en mancha de humedad para espiar a las mujeres, pero esto fue perdiendo su gracia al ver que cualquiera, pese a su belleza y distinción, en su intimidad, cuando se siente libre de miradas, se torna detestable.
Nada sacaba de todo aquello, y finalmente me cansé de tanto acto heroico anónimo. Revelar mi don sólo me hubiera convertido en un espécimen de laboratorio, condenado eternamente a estudios, observaciones y experimentos. Habría terminado huyendo y viviendo en el mismo anonimato pero temeroso de ser atrapado. Sí, reconozco que crucé la línea, pero bueno, sólo hay dos clases de personas en el mundo, y a mí no me gustaba ser la que era.
Trabajo para una corporación química. Soy su principal arma empresarial. Esta empresa respeta todas las medidas de seguridad y hace las cosas correctamente. Invierte mucho para ello y, si no fuera por mi participación, no tendrían las ganancias extraordinarias que perciben; de todos modos ganarían, pero no la cifra que obtienen siendo una de las pocas empresas altamente confiables, y rentables, en el mundo. ¿Qué es lo que hago? ¿Por qué soy tan importante para ellos? Les elimino la competencia, los ensucio más de lo que ya están naturalmente, les genero pérdidas enormes por juicios por contaminación. Accedo a sus secretos industriales sólo con convertirme en una mancha de humedad, de tinta o de café que observa y escucha. El espionaje empresarial es lo mío, y darle mal aspecto, mala publicidad a empresas que no cometen ninguna falta. ¿O acaso ustedes contratarían una empresa cuyos laboratorios están llenos de manchas? Soy la mancha, y me han perdido para siempre.

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